jueves, 26 de marzo de 2009

El amor entre rejas

Anhelando volar, respiró. Contuvo el aire y su abdomen se hinchó hasta convertirse en un globo que consiguió elevarse por encima de los muros. Le esperaban cinco horas de felicidad en brazos de Morfeo y como siempre, antes de despertar, compartiría con ella una taza de té:

–Hoy he visitado el laboratorio de Melquíades –dijo, saboreando la deliciosa mezcla-. Es un gran científico. Ha diseñado una taza que lleva un micrófono incorporado. Se activa al entrar en contacto con un líquido caliente. Les regalará un ejemplar de su invento a varias mujeres y podrá escuchar sus conversaciones. Quiere formar una familia con aquella que manifieste mayor compresión y lealtad.

Ella se despertó sobresaltada, como todos los días desde que él cayera preso y se viera obligado a vivir en aquel lejano lugar... Corrió hacia la cocina, calentó el agua y llenó la taza. Respiró profundamente, el exquisito aroma calmó su ansiedad:

– Te esperaré toda la vida –le dijo.